No pocos opinan —erróneamente— que las personas vinculadas a los archivos y bibliotecas se ven convertidas en «polillas», que portan unos lentes antiquísimos enquistados por su labor; sin embargo, Mayli Acosta Pujol, con 32 años de trabajo continuado en el Archivo Histórico Provincial (AHP), de Villa Clara, no cree en la aseveración porque «si acaso lo somos tiene como denominador común el de la utilidad, a favor del usuario que es nuestro objetivo supremo».Y cuando corren las jornadas para celebrar el Día del Archivero Cubano (3 de Noviembre) lejos de molestarse por ese encasillamiento argumenta que, en el plano personal, no lo cree al facilitar las consultas por diferentes modalidades.«Vivimos dentro de los documentos y extraemos toda su valía. Por ello tienes la necesidad de leer, interpretar, resumir y quizás por tal razón nos tilden de polillas».A este universo llegó en 1992, una vez graduada de técnico de biblioteca en La Habana y encierra toda su experiencia laboral en este centro afiliado a la Ciencia, la Tecnología y el Medio Ambiente (Citma).En la capital cubana estudiaba en la Escuela de Diseño, «pero las matemáticas y yo no somos amigas» y obligó a cambiar el rumbo.Confiesa que el AHP no resultó la primera opción en su mente a la hora de comenzar. Venía con otras ideas, la de formar parte de la BibliotecaProvincial Martí donde tenía a sus padres como fructífera cantera. Él, Heriberto Acosta, notable encuadernador por muchos años. Ella, Consuelo Pujol, técnico en la propia institución, de aquí que la formación familiar dejaba sus huellas de continuidad.«Antes de iniciar en el AHP me fui a estudiar técnico medio en Bibliotecología para La Habana hasta que ya me ubican a trabajar en el centro que ha alimentado mis sueños.
— ¿Cómo describe la impresión de los primeros días?—
No puedo olvidar a Fara Elena López Machado que fue la directora que me recibió. Una persona con una preparación extraordinaria y tuve otro aprendizaje porque mi disciplina de formación no tenía nada que ver con el trabajo del archivo. Gracias a sus consejos, a aquellas libretas donde anotaba, y a sus «mata burros» comencé a adentrarme en la labor, roté por todos sus departamentos y empecé a descubrir un mundo incalculable.
— ¿En esa búsqueda pensó encontrar tanta riqueza en el AHP?—
Al inicio no, faltaba la experiencia, y junto a los trabajadores la fui descubriendo. A la vez que procesas un fondo encuentras maravillas y te enamoras de esa temática. Cada día se descubre algo, no solo por ti, si no por el resto de los compañeros e intercambiamos conocimientos. Eso es habitual.En cada fondo que proceses aparecen cosas nuevas. Son verdaderamente reliquias. Las actas capitulares dentro del Ayuntamiento de Santa Clara, por ejemplo, constituyen una fuente inagotable, es un lujo tenerlas. Apreciar el surgimiento de la ciudad a través del Gobierno, los asuntos tratados, la apertura de caminos, calles, de parques…
— ¿Cuál fue el primer fondo que enfrentó?—
Recuerdo el del Colegio Provincial de Arquitectos que no es de los más antiguos pues data entre 1946 a 1964.Hicimos los índices de arquitectos, de personas y otros detalles. De hecho fue mi tesis en la Sede Universitaria y procesé la base de datos de manera digital y todo lo que había realizado lo llevé a las nuevas tecnologías.
Fuente: Ricardo R. González
http://soyquiensoy.blogia.com
Visitas: 2